19 FEB 2013 LA ESCRITURA DE PABLO JUDKOVSKI SE DESLIZA SIN UN PLAN PREVIO (TÉLAM)

 Original: Télam

Lejos del ruido mediático, el escritor Pablo Judkovski, de quien pronto se conocerá una nueva novela, Rugh Rujfsh, construye una obra narrativa sólida, deudora del legado de Juan Carlos Onetti y de Juan José Saer, caracterizada por un estilo tan austero que como el desasosiego de sus personajes no necesita declarmarse más que como un efecto.

Sus libros, publicados por Crack-Up, componen una suerte de saga con personajes que aparecen y desaparecen, donde puede suscribirse el paisaje mismo, sea una playa al sur de Brasil, una villa costera en invierno o una localidad en la desolación pampeana.

Judkovski nació en Buenos Aires en 1971; graduado en leyes, enseña en la Universidad de Buenos Aires. Publicó las novelas Mar para BastiánHiemalPassa y Enero en Bernabé.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam:

– T: ¿Escribís sin un plan previo?
– J: No tengo un plan preestablecido a la hora de sentarme a escribir. Prefiero pensar que la obra se va construyendo al ritmo de su propio avance. Proust consideraba que un escritor no crea nada, sino que es traductor de sí mismo, traductor de una obra, muy única, muy personal, que lo preexiste. E inexorablemente no tendrá otra opción más que sentarse a escribirla. Yo coincido y me gusta pensar mi tarea como escritor en esa clave. Esa saga comparte los mismos personajes, los mismos escenarios, que me dieron el tono para que la escritura se desplegara.

-T: En todas las novelas el espacio geográfico da forma a las subjetividades o se corresponde, de alguna manera, con el estado espiritual de los protagonistas.
-J: Claro, porque los escenarios también son personajes. Son tan protagonistas como Bastián, como Bernabé o Passa. Rosa, un pueblo costero del sur del Brasil; Chillar, un pueblo agrícola de la provincia de Buenos Aires, así como un palomar alineado sobre el cablerío de un barrio porteño en enero y a la siesta, o un corredor de plátanos o tipas que acompañan el andar de una cuadra de Buenos Aires, esos sitios son piezas centrales en mi escritura porque aportan el tono, permiten que la obra encuentre su propio registro, más allá de los verbos que la hagan andar.

“La escritura, cuando es genuina, no se dedica más que a interpelarse a sí misma como su única meta, su exclusiva ambición.”

-T: Passa, Bastián, la pampa, la playa del sur de Brasil, componen un cuadro que recuerda a la Santa María de Onetti o al litoral de Saer. ¿Los leíste, te interesan, esta idea es disparatada, tiene alguna consistencia?
-J: De ninguna manera es una idea disparatada. Onetti es un maestro, un maestro de escritores. Josefina Ludmer ha dicho que Onetti “escribe, sobre escritura, para escritores”. Y yo estoy de acuerdo. La escritura, cuando es genuina, no se dedica más que a interpelarse a sí misma como su única meta, su exclusiva ambición. Su principal inquietud es asir el alcance de la palabra, esa herramienta indócil e incompleta en su esencia, que utilizamos los escritores en nuestra tarea sin saber mucho por ni para qué.

Yo no puedo ser objetivo cuando hablo de Onetti; solo puedo hacerlo fanáticamente. El creó su Santa María porque, según Brausen —su alter ego— había estado allí alguna vez y se había sentido feliz. Es su paraíso perdido. Pienso que escribió parte de su obra solo para intentar volver periódicamente a ese lugar imaginario. En el caso de Saer pasa algo similar. Tantos años viviendo en Francia. Imagino que, desde su propio exilio, se sentaba a escribir para, de algún modo, volver a su Serodino natal. En el caso de ambos, las tramas de sus obras, son apenas excusas para retornar a sus propios paraísos perdidos que coinciden con los lugares donde transcurrieron sus infancias.

-T: El estilo suave, demorado, repetitivo, el retorno sobre las frases, ese “efecto de pensamiento” convierte a tu literatura en un programa extraño a la media local. El desasosiego supongo no es tuyo. Pero ¿cómo evitar que alguien que te lee no lo piense?
-J: En cuanto a mi estilo, la escritura, a medida que avanza, a través del uso de las palabras, se busca, se indaga a sí misma. Entonces la trama, los personajes, los sucesos se erigen apenas como un sostén para que aquella se despliegue. Además, un disparador de mi escritura es la poesía. Algunos poetas me invitan a sentarme a escribir, son partícipes de mi tarea. Pienso en Borges, en Pessoa, en Juarroz, pero también en poetas amigos que no son célebres ni conocidos, que han escrito cosas emocionantes donde puedo abrevar. En relación al desasosiego es mío.

“No le temo al dolor, a la tristeza, a la angustia. Son un capital de gran valor.”

El mundo solo promueve el bienestar y repele, evita la presencia del malestar, aunque es inocultable. Una de las razones por las que escribo, es para medirme con esa cierta incomodidad que propone la vida cotidiana. No le temo al dolor, a la tristeza, a la angustia. Son un capital de gran valor. Onetti, dice: “porque no tenemos el coraje suficiente para poner otro objetivo en lugar de la felicidad”.

-T: ¿Cuál es el empujón que hace que alguien que cree en la ley se ponga a escribir?
-J: No sé, tengo tantas dudas. A veces me pregunto cuál es la razón por la cual me siento a escribir. Sacá de lado la vanidad, la ambición de ser leído por otros. Eso está, siempre. Pero, detrás de eso, ¿qué hay? Sucede que en la escritura se juega la identidad, la necesidad de encontrar otras respuestas más profundas que las que brinda el mundo binario que nos envuelve. Vuelvo a Saer. En El concepto de ficción dice que, lejos de existir una oposición entre realidad y ficción, la ficción tiene la capacidad de describir a aquella con mayor profundidad. Por otro lado, tu pregunta apunta, seguramente, a la compatibilidad entre mi tarea de escritor y mi trabajo como abogado.

Una vez un colega se sorprendió al verme sentado en un bar escribiendo. En un mundo en el cual la meta es la eficacia, qué hace un tipo sentado en un bar, perdiendo el tiempo en una tarea tan inútil, que no da recompensa económica. Cerré mi cuaderno, me paré y nos pusimos a hablar de nuestras cosas, de la profesión, de eso que nos unía. Para quien no tiene el hábito de escribir, es sumergirlo en lo desconocido.

 

 

ARIEL SEBASTIÁN DÍAZ
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